Todos discípulos, todos misioneros

El domingo celebramos la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada de Vocaciones Nativas. Ambas jornadas comparten lema: Hágase tu voluntad. Todos discípulos, todos misioneros. El delegado de Misiones de la diócesis nos habla de las vocaciones nativas, que necesitan nuestra oración y ayuda.

La Pontificia Obra de San Pedro Apóstol, que cuida de las vocaciones nativas, nace de la sensibilidad misionera de una joven francesa, Juana Bigard, y su madre, a la llamada de un conocido obispo misionero en Japón: La Iglesia no estará plenamente implantada en un lugar, mientras no cuente con un clero propio.

Además, las reiteradas persecuciones nos enseñan que es fácil identificar a los misioneros extranjeros y dejar huérfanas a las comunidades cristianas. Mientras que los sacerdotes autóctonos se confunden con el resto de la población.

Pero, sobre todo, es que hay muchos jóvenes que desean entrar en los seminarios y prepararse para ser los pastores de sus comunidades, pero el misionero confiesa y lamenta que carece de los medios necesarios para acogerlos, prepararlos, ordenarlos y enviarlos.

Han pasado 140 años de aquello. La Iglesia Misionera grita con voz potente: «¡Aquí estoy! ¡Hágase tu voluntad! Somos discípulos porque hay misioneros que dejaron su familia, casa, país y cultura, para venir a proclamarnos el Evangelio. Ahora nosotros somos también misioneros».

Somos discípulos porque hay misioneros que dejaron su familia, casa, país y cultura, para venir a proclamarnos el Evangelio

Personalmente, puedo compartir mi propia experiencia: cuando llegué a África, hace 40 años, para servir a la Diócesis de Wamba, en República Democrática del Congo, entonces Zaire, aquella diócesis tenía sólo cinco sacerdotes nativos, todos los demás éramos extranjeros. Al regresar, después de nueve años, dejaba ya 12 sacerdotes autóctonos. Hoy son más de cuarenta.

Los misioneros continuarán siendo necesarios, pero los sacerdotes nativos van tomando las riendas de sus comunidades, sirviéndolas desde su propia cultura, su propia manera de entender, vivir y celebrar la fe, que es de todos, pero que se encarna en cada rincón de la tierra.

Las jóvenes Iglesias nos dan un precioso testimonio de generosidad, de disponibilidad, de respuesta a la llamada de Dios, que invita a jóvenes, hombres y mujeres, a dejar lo suyo propio por servir a Dios y a los hermanos. Si quisiéramos entenderlo, podría ser un reto y un estímulo para los jóvenes de nuestras Iglesias y comunidades de antigua cristiandad.

Pero ahora, lo más urgente y necesario es que quienes andamos escasos de vocaciones, pero tenemos recursos materiales y personales para ayudar a quienes han dado el paso adelante y han respondido positivamente a la llamada de Dios, nos unamos en la oración, y les apoyemos con nuestra ayuda económica, para que no se pierda ni una de aquellas vocaciones, que serán los futuros pastores de sus comunidades, y quién sabe si un día también de las nuestras.
 
Por Damián Díaz Ortiz